A cuento de un anuncio de un curandero que ha visto hoy un amigo, o lo que siempre se ha llamado así, a pesar de que el hombre se describa como casi capaz de dar predicciones meteorológicas, me he acordado de la primera vez que recuerdo* que vi a alguien de tal dedicación.
Era una tarde de sábado de hace taitantos años en la que, como otras tantas de fin de semana, había ido al pueblo a ver a mis yayos y a algunos amigos. De siempre me gustó pasearme con la gente, de manera que al decirme mi yaya que iba a un mandao allá que me apunté. Pero el mandao no era sólo con ella. Al poco aparecieron las tres hermanas y allá que me adentré con las palomaras al completo en una zona del pueblo que conocía poco. Me dijeron que íbamos «al curandero». Palabra desconocida hasta entonces por mi.
Íbamos por las calles hasta que […] (continuar leyendo)