Noche mágica

Hoy es víspera del día de reyes (o epifanía de Nuestro Señor o santos de los Baltasares, Gaspares y Melchores) y esta noche para mí es de las mejores del año. Es cierto que cada año va cambiando, con detalles que la hacen algo diferente de las de ocasiones anteriores, pero la esencia es constante y cada vez no puedo evitar hacer memoria.

El pistoletazo de salida para la cuenta atrás de esta noche siempre empezaba en la guardería. Recuerdo que llegaba un día del año en que tenía que ir de pastorcillo y luego en clase, de repente, aparecían sus majestades a buscarnos. Unos salían corriendo hacia estos señores barbudos (o hipsters de ahora) y otros nos poníamos colorados de la vergüenza, sobre todo con Baltasar, el que por cierto creo que siempre ha sido el más querido por todos.

Las primeras noches de reyes que recuerdo son con mis primos de mi misma edad. Nos metíamos todos a dormir con unos nervios como los del último examen de la carrera. […] (continuar leyendo)

Diario de Navidad (ii)

Me despierto cuarenta veces desde la noche anterior y vuelvo a intentar dormirme una y otra vez. No hay manera. Para arriba. Suena el teléfono. Andrés me ha enviado varios mensajes para planear la noche y yo sin saberlo. Barceló mismamente, le digo. Sabe que como sea el Capitán Morgan de la otra noche les rompo la botella en la cabeza. Ganduleo oyendo unos charts para estar animado. Mando tropecientas difusiones por Whatsapp con los típicos mensajes ingeniosos de la época. Ceno. Uvas. Zapatos, correa y guantes a juego. Arreglado pero sin traje. Tiramos para la primera parada de nuestra larga noche. El mítico chino. En Príncipe de Asturias nos convidamos y saludamos a unos a otros. Me siento mayor entre tanta falda alta y escote bajo. El Cuco aparece para hacer unas de sus cucadas, se marcha y aparece un amigo suyo que creía que estaba con nosotros. Pues ya que estás quédate, que te sacaremos punta. Cambiamos a la Cuesta de la Baronesa. De camino unas gitanillas con aspecto acalorado en la puerta de Santa María retan a bailar a un amigo y allá que él obedece. Como aparezcan sus cuarenta primos ya correrás más de vuelta. Muchas más caras conocidas y de edades similares. Menos crías y más señoritas. Saltamos de un lado a otro y acabamos con unos amigos que llevan a alguien que no conozco que empieza a hacerme terapia del amor. Psicólogo para variar, aunque gracioso. En nada están cerrando los locales, de a los que ninguno he entrado aún. Emigramos al Telar. Esta noche sí que lo pillo abierto aunque con cola. La música parece de lugar popero, pero ponen el Hey girl hey boy de los Chemical […] (continuar leyendo)

Diario de Navidad (i)

Me despierto a no sé ni qué hora. Mi reloj digital sustituto desde hace casi un año del de agujas al que sigo sin buscarle correa marca las 1231. El tren a las 1629 en Chamartín. Me sobra tiempo. Para el sablazo de billete en primera —y enfrentado— que he encontrado más me vale no perderlo. Quiero salir por Cartagena. En un parpadeo intento hacer memoria de lo que ha sido la semana. Combinando trabajo con planes cada tarde-noche de despedida navideña no he estado con la almohada más de cinco horas ninguna noche. Noches variadas y diferentes. Cenas modernas y tradicionales, concierto de jazz en El Junco, copas de caballeros en el café del Príncipe, risas con señoras por Malasaña, más cafés por Malasaña, comidas. Necesitaba darme una noche y esa fue ayer —viernes 21.

El reloj muestra ahora las 1245. El tiempo está empezando a volar. Respingo de la cama. Desayunar, ordenar, elegir qué se viene y qué se queda —estos vienen [0]—, limpiar, comer, revisar que no se olvide nada conectado innecesariamente. Las 1556. El tiempo ha volado inexplicablemente. El taxista se lía maniobrando pero consigue dejarme en Chamartín en tiempo récord. Las 1624 mientras me sellan el billete al lado del tren. Date prisa que me cierran las puertas a las 1627. Busco el coche 2. Locomotora, 3, 4, 1 —¡pero esto qué es!— y entonces […] (continuar leyendo)