Hay personas que tienen el don –al menos para mí– de transmitir confianza y liderazgo con sus movimientos. La manera en que levantan el brazo, lo flexionan, la suavidad con la que rotan la muñeca, siempre la postura correcta de los dedos y la combinación con la que ejecutan todos estos movimientos. Hacen que la forma en que me invitan a pasar a una reunión, en que me transmiten su confianza con un problema, en que piensan en voz alta o incluso en que me reprochan algo quede con respeto, intención constructiva y diría que hasta bello para la vista.
A simple vista puede parecer que son personas que sólo se mueven con lentitud, pero esto permite a la vez que sus gestos sean vistos con mayor detenimiento, que haya más tiempo para apreciarlos, que parezca que siempre controlan cualquier posible nervio. Incluso es algo que gusta en el profundo aspecto de la palabra y que me resulta muy curioso, porque creo que una pizca más de lentitud en sus movimientos podría ser visto como algún retraso psicomotriz.
Cada vez estoy más convencido de que es algo con lo que se nace, aunque no sé si acaso tiene una manera más concisa y concreta con la que referirme. Personas presentes en casi cualquier aspecto y responsabilidad, como con un don para saber liderar y contagiarlo, pero al que no siempre le dan oportunidad de ser usado.