En los últimos tiempos se han puesto de moda esos controles de seguridad que RENFE hace en las estaciones a los pasajeros, al menos para los trayectos de largo recorrido. Buena idea eso de que tengas que pasar el equipaje por un escáner, imitando a los aeropuertos y juzgados. Ya era hora.
Sin embargo me llama mucho la atención el hecho de que estos controles se hagan dependiendo de la estación. Porque estás en Madrid-Atocha o en Barcelona-Sants y es que hasta llegar al andén por el que va a pasar el Talgo más viejo que haya circulando por España con alguna reliquia de locomotora —preciosas donde las haya aunque en Sants aparezca una eléctrica que cambian en Alicante—, tienes que enseñar el billete unas cuantas veces y te supervisan el equipaje. O si estás al otro lado del trayecto, en la estación de Cartagena, pues el procedimiento es similar, obligando a olvidar esas estampas de antes del andén lleno de familiares que iban a despedir a quien se marchaba e incluso bajándose alguno que otro del tren ya en marcha porque se había metido dentro a curiosear y no era quien se iba de viaje.
Pero estas medidas de seguridad que tan bien quedan y hacen pensar al pasajero que la púa que le meten con el coste del billete se destina a pagar a más personal que antes para que vele por su seguridad y bienestar se descuidan bastante en algunas estaciones intermedias, como es el caso de la de Balsicas o Totana, por poner dos ejemplos directos. Lo mismo piensa RENFE que es que el que vaya a subirse al tren con una maleta que contenga unos cartuchos de dinamita y un reloj de aguja bien grande de esos como los de los dibujos no va a saber que unos kilómetros más adelante puede subirse al tren sin tanto control de seguridad. No va a haberse dado cuenta el presunto terrorista, porque puede que la dinamita y demás parafernalia la transporte porque se dedique a hacer voladuras controladas por el Levante, de que subiéndose unos kilómetros más adelante va a poder disfrutar incluso de que la estación de tren esté cerrada y el único responsable que se encuentre sea ya el revisor cuando un buen rato, u horas después, pase pidiendo billetes a los viajeros.
Desafortunadamente las cosas ya no son como antes, ahora hay mucho hijo de mil padres por ahí suelto y obrando a su antojo, pero creo que no se puede ir de tan estrictos y formando colas en unas estaciones por las medidas de seguridad mientras en otras nadie tiene que enseñar el billete hasta que está ya montado y en marcha, ni por supuesto se le inspecciona el equipaje, porque entre tanto indeseable a veces hay algún listo. Se ve que lo peor que teme RENFE que pueda pasar por esas estaciones es que algún día se suba un balsiqueño azada en mano para vengarse de alguno que le haya robado la novia…