Una losa encima

Desde hace un tiempo tengo a alguna gente preocupada por mi comportamiento. Nada de lágrimas, depresiones ni amenazas; que nadie se altere. Sin embargo por mi forma de ser me afecta en gran medida la ausencia de tener una losa encima. Cuestión de estudios o de trabajos principalmente. Consecuencias de ser una cola de lagartija que no se puede estar quieta.

Acabar un proyecto y volverse a quedar en el dique seco en el que tantos otros españoles están me trastorna. No quiero imaginarme cómo tiene que ser para quienes además tienen una familia de hijos que mantener, deudas que saldar, estudios que pagar, etcétera. Es por este motivo por el que me cuesta contenerme alguna de mis típicas borderías a la yugular cuando alguien me suelta que se ha quedado parado y que ojalá que no lo llamen hasta que se le acabe el subsidio por desempleo. A pesar de que tampoco se me quedan muy lejos los que sabiendo perfectamente a los empleos que puedo optar me reenvían ofertas para las que no encajo con el perfil buscado.

Afortunadamente tengo un montón de amigos de los que siempre algunos proponen algo, aunque no me haga gracia darme al derroche sin tener ingresos, una familia paciente y una bicicleta leal y resistente que aunque siga dispuesto a sustituirla algún día me sirve para mi deporte favorito. Hoy por ejemplo ha hecho bastante calor, llevaba tiempo sin pedalear, he tenido que tirar de orgullo ciclista más que de forma y algún rato me he moderado en demasía por tramos técnicos a causa del percance del verano pasado, pero aún y con esas me ha venido bien. Como siempre. Este verano de momento vuelvo a tener dos manos plenamente útiles y hay que aprovecharlas.

Y es que se tenga o no una losa encima no hay que olvidarse del entorno, de cuidarlo y de disfrutarlo. Lo demás ya llegará, espero. 🙂

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