Noche de entre semana. Vuelves en tu coche llamativo —todo sea dicho— a casa. Callejeando. Apenas hay tráfico. Ceda el paso por aquí y STOP por allá hasta que paras en uno de los tanto semáforos que hay por Madrid. Ves venir un coche por detrás con dos ocupantes, que aminora como era de esperar. Pero en el último momento no se detienen y te dan un golpe.
Antes de que puedas reaccionar ya tienes a uno de ellos pegado a la ventanilla diciéndote que les has dado un golpe. Tu reacción directa y normal es bajarte a comprobar los daños e intentar hacerles entender que ha sido culpa de ellos, que no han frenado a tiempo. Sin embargo, en cuanto te das cuenta el perla se ha subido a tu coche y no te lo llega a robar porque tu acto reflejo es sacarlo y liarte a palos con él. Te lo quería robar.
Esto le pasó a un compañero y según la policía cada vez se está extendiendo más como técnica para robar coches. Nos sobran hijos de mil padres.