Si usted es un amante de viajar tranquilo, pero no hizo trayectos de larga distancia en el ferrocarril español cuando Renfe Depredadora Operadora era la RENFE, se perdió unas placenteras experiencias. Créame. Sobre todo en el aspecto del silencio, ya que en los últimos años el escándalo abordo ha aumentado hasta el nivel de que desde julio 2014 hay servicios que cuentan con el coche en silencio. El motivo es evidente: la educación.
Con el término antiguamente podría retroceder mucho, pero no es necesario. Me basta con remontarme a la década de los ochenta o incluso quedarme por los noventa para recordar viajes en el Talgo III con más silencio que en el llamado coche en silencio de ahora, que a veces parece el mismísimo de la Bernarda. Y eso siempre y cuando lo haya, porque la operadora los pone en sus servicios que son motivo de orgullo, no en los que circulan por defenestradas zonas de España, con trayectos de mayor duración y por tanto en los que el silencio se agradecería aún más.
Como pequeñajo inquieto y travieso que era, siempre intentaba zafarme de los brazos de mis padres —a veces lo lograba— para pasear por los coches apretando todo botón cuanto viera y dándole conversación a los viajeros. Ponía colorao a cualquier padre, pero creo que poco en comparación con lo que ahora molestamos a los viajeros. Indistintamente de la edad que tengamos.
Los móviles. De los inventos que más han revolucionado nuestro estilo de vida en las últimas décadas y que mejor nos sirve para avisar si vamos con retraso. Pero hay que lidiar con los factores adicción y sordera […] (continuar leyendo)