Antes usar más de cinco minutos el ordenador por ocio era de gente rara. Ahora trastear el teléfono móvil a todas horas por ocio mola, es de gente guay.La otra tarde estuvimos los telemáticos hablando de ello en el Capi. La gente ha desarrollado el vicio de comunicarse porque sí. La mayoría de mis colegas y compis empezaron en el trasteo de los ordenadores e Internet incluso antes de meterse a ingeniería, como un servidor también y entonces se nos miraba raro. Y ya no digo nada si también utilizábamos la red de redes para buscar información, aprender a hacer páginas web,..
El escoger una carrera llamada ingeniero técnico de telecomunicación, especialidad en telemática, me hizo tener que pegarme más aún a los ordenadores. No se estudia informática como tal, pero sí unos cuantos fundamentos, algunos lenguajes de programación, protocolos, electrónica y sobre todo a que hay que buscarse la vida. Hacer las prácticas en casa si faltaba tiempo en el laboratorio, redactar memorias, mandarse correos electrónicos con los resultados con compañeros de otras localidades, buscar ejercicios y exámenes de otras universidades si el profesor era muy egoísta con el material,.. Así que había que usar bastante el ordenador, incluso algo más que después en la superior. Demasiado para la gente cuyos estudios se reducían a libros y punto.
Pero los tiempos cambian. A pesar de que en la universidad te enseñan fundamentos para que seas capaz de entender cualquier tecnología, aunque para ejemplos utilicen tecnología del año de la polca, ahora es muy corriente tener un teléfono móvil con conexión a Internet. Lo curioso de esto es que la gran mayoría de personas que poseen un terminal de estas características lo utilizan para hacer ocio, matar el tiempo. También conozco gente a la que le resulta imprescindible para su trabajo y no me refiero sólo a llamar. Casi llevan la oficina en el móvil y son realmente la prueba de la utilidad de tal avance. No es necesario entrar en si así la comunicación es más económica que lo que venían siendo las maneras habituales de los últimos diez años y voy a poner un ejemplo clarísimo: WhatsApp Messenger.
Lo primero que toda la gente que se cree que está a la última dice del WhatsApp es que estás donde quieras y puedes mandarle mensajes a la gente gratuitamente —ese concepto de lo gratis que existe hoy. Mantener conversaciones similares a lo que es el MSN Messenger, Skype, GTalk o cualquier otro chat. Pero por el nombre o quizás por ser un coto exclusivo para móviles pues es más molón. Porque en lugar de inventarte un alias que dar en esa red le estás dando tu número de teléfono, para que luego si un día empiezas a recibir spam al móvil no te pille por sorpresa. Me parece estupendo. Sin embargo siento pena cuando estando cinco o seis personas de fiesta me fijo y están simultáneamente dándole al móvil hasta cuatro de ellas. Pregunto y lo mismo responden, un rato después porque en el momento lo importante es mirar la pantalla y no disfrutar de la noche, que se están escribiendo con fulano o mengana qué tal les va la vida. No habrá horas del día para escribirles, por ejemplo cuando estén sentados en el retrete, que tienen que hacerlo cuando se supone que salen a hacer vida social físicamente. Yo francamente prefiero que me escriban por un mejor motivo que porque salga gratis.
Antes ser aficionado a la comunicación era de gente rara pero educada. Hoy ser una víctima de ella, a veces hasta mal educada, es para sentirse orgulloso y presumir. Y es que el temor de muchos padres por sus hijos en este aspecto no es de extrañar. No es lo mismo ni enseña lo mismo ir creciendo hasta donde hemos llegado que de golpe encontrárselo todo.