RENFE sigue haciendo un paripé de acceso al tren distinto según la estación, aunque ya va moderando la obsesión por la seguridad que antes mostraba según el tren y la estación.
Con respecto a hace un par de años, ahora el escáner de equipaje ha quedado apartado en las estaciones como un chisme más. Como si ADIF, RENFE o el Gobierno —lo mismo son— hubieran vuelto a tener algo de confianza en el viajero. Al menos según la estación. Pues en el caso de la de Cartagena o Chamartín ya no queda rastro del escáner aunque las despedidas se siguen realizando antes del checkpoint de billetes. Y en Murcia del Carmen el asunto ya funciona como en Balsicas—Mar Menor, como toda la vida, con familiares que te acompañan hasta el propio vagón.
Se desconocen las razones por las que un balsiqueño o un murcianico puede llorarle a la chati desde el otro lado del cristal del vagón y un cartagenero o madrileño desde la quinta leche. Sobre todo en Atocha. Pero así va esto de los trenes. Otro misterio como el que cueste lo mismo viajar cinco horas en un asiento normal con las piernas estiradas que en uno enfrentado y encogido. Otra curiosidad como que la variante del pantano de Camarillas lleve en obras desde hace varios años y esté lista a falta de poner los raíles desde hace meses.