Por increíble y duro que parezca, en la Guerra Civil española se dieron situaciones de todo tipo. La mayoría claro está que tristes pero también alguna que cruza a lo anecdótico. Y ese fue el caso de un hombre y su pata de jamón.
Como en tantas familias, hubo quien fue llamado a filas a la fuerza. Quien más y quien menos intentaba evadirse como podía —ya contaré algo de eso— o se resignaba a tener que obedecer. En el segundo caso pues cada cual siempre ha tenido sus manías, sus costumbres, sus talismanes,.. y hubo un joven al que su padre cargó con un jamón de la matanza, que como no podía ser de otra manera llevaba colgado a la espalda.
No tardó nada el jamón en empezar a recibir tajos aunque de manera muy dosificada, no está claro si por melancolía al llevarlo como recuerdo de casa o por tacañería, pero el muchacho no quería que se le acabase así como así. En guerra la comida nunca escasea. Así que además procuraba llevarlo envuelto en cualquier tela y que pasase desapercibido. Ya se imaginan ustedes lo que pasaba si en esas llegaba de repente uno con un jamón colgado.
Pues el chaval tuvo suerte y consiguió volver a casa un día. Momento para el que ya se envalentonó para darse un homenaje con el jamón y se encontró con la sorpresa de que este llevaba varias balas. La casualidad de llevar la pata colgada le salvó de varios disparos en la espalda. Para que luego se rían de las costumbres españolas.