Ya llevaba unas cuantas salidas pensando en el tema de espinilleras y rodilleras para cuando salgo en bici. Sobre todo espinilleras, que hay días que parece que me hubiera cruzado con algún gato montés en mitad de la ruta, y eso siendo amable el gatito, con lo que uno de esos puede llegar a hacer.
Nadie está exento de caerse, y aunque sea bajando por una pista es muy fácil andar patoso y justo irse a caer donde más piedras bien lustrosas haya. Pero cuando ya la bajada es por una senda, o por casi monte a través, las formas de joderse las piernas son muy variadas, entre que si piedras, pinos que cortaron o algún otro pino que le coge cariño a los ciclistas y echa ramas hacia el camino. Además de los posibles golpes con la propia bicicleta en la caída y las dadas por supuestas zarzas y demás ejemplos de nuestra querida flora mediterránea, tan agradable ella. Por supuesto si encima es en verano para qué contarlo.
Pero que no se piensen mis tenebrosos amigos del lado oscuro que esta es la introducción a sus tendencias de ir por lugares de bici al hombro. No y no, es por mero cuidado de mis piernas, que aunque uno no pretenda vivir de ser modelo de piernas —con la de cicatrices actuales ya no hay manera—, no me termina de agradar esa sensación de acordarme de cada matorral cada vez que me roza el pantalón con las piernas. 😳
Los ciclistas somos así, muchas veces no nos damos cuenta de las cosas hasta que nos pasan. En mi caso son arañazos, que al fin y al cabo tienen cura, pero cualquier otra vez podría ser una roca contra la rodilla, lo que parece que seguro tendría una cura más follonera. 🙄
PD: Sibenik, esta semana te aviso y vamos a ver qué podemos agenciarnos
Te están llevando al lado oscuroooooooooo!!! 🙂
jajaja noooo no, una cosa es el lado oscuro y otra velar por mi integridad física cuando me engañan y me encuentro de repente con una senda estrecha llena de zarzas