Hace nada que me enteré del nombre de tan peculiar calzado veraniego, Crocs. Esta especie de sandalias mazacotas que, sobre todo este verano, parecían una plaga en cualquier tienda de playa. De tropecientos colores y hasta multicolor, desde talla de niños hasta la de grandotes estilo pies grandes,.. Una plaga, lo reitero, de la que no han faltado los que han visto negocio en imitarlos.
Al principio pensaba que eran como un tipo más de sandalias, para ir a la playa y tal, llenarlas tranquilamente de arena que luego con unos chorros de agua se quedaran limpias, lo típico. Pero en una de las rutas ciclistas de primeros de verano me encontré al generoso —siempre está regalando cosas para la bici, salvo a mi— ULUWATU, que se bajó del coche con semejante calzado. En el AX, en verano, me habría gustado ver a mi a los Crocs estos, con lo caliente que se ponía el acelerador… Eso si que habría sido llevar el pedal tuneado.
Además es que sobre la estética, aunque para estas cosas mejor Nacho Montes, no sé, parece que te los hubiera mandado el médico por no llamarlo de otra forma, a pesar de que todo de goma puede incomodar con el sudor. Y dejando al margen el problema que les detectaron en las escaleras mecánicas. Pero bueno, en este mundo lleno de gays modistos, que aún no entiendo por qué si les gustan los hombres tienen que ser los diseñadores más famosos de ropa para mujer —así las visten—, mejor que algo aunque sea feo resulte cómodo y útil, como parece ser la razónde ser de los Crocs estos.
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