Nos contaba un amigo que ha vuelto a Tuenti. Hacía dos años que eliminó su cuenta pero algún ataque de nostalgia o cotilleo repentino de alguna le debe de haber dado. No se acuerda de la contraseña, hace el proceso de cambiar la contraseña, indica una nueva, accede y ¡sorpresa! Tuenti se acuerda de su nombre, sus mensajes, sus amigos. Y tampoco se ha olvidado de sus fotos. Con el «su» no sé si referirme a mi amigo o a Tuenti.
Con esto he sentido curiosidad por un lado de ver qué pasaría en mi excuenta. Pero soy un cobarde. Lo reconozco. Tanto casi como esa gente que dice que pasa de redes sociales pero sin saberlo también está engancha. Sin embargo me he prometido que para la próxima red social de la que me eliminase tomaría antes unas medidas aunque posiblemente inútiles. Lo borraría todo y rellenaría los datos con algo diferente. Con los mismos detalles que para la siguiente en la que osase inscribirme tuviera. Estos los puedo resumir en una imagen de perfil de un muñeco dibujado por mi con cuatro trazos y el nombre de Benito Camelos.