Ayer tuve una cena de esas para recordar aprovechando que estamos en Navidad. La he llamado de viejas glorias porque lo cierto es que ya cada vez está más complicado que podamos juntarnos todos, pero basta que estemos menos de cinco minutos hablando para que parezca que ya estamos sincronizados, a diferencia de la cantidad de horas y horas que somos capaces de pasarnos recordando mil y un momentos.
Con humildad fuimos a cenar a donde Cuco mejor se le ocurrió, un bar con un nombre que a la mayoría nos dió que pensar si realmente sería un bar o un local donde el negocio propiamente dicho no sería la restauración, para más tarde acabamos entre los agobios de gente de Budablu. Hacía mucho que no iba por allí, pero mereció la pena, lleno de caras bonitas y por las barras el compi-«ciclista» Leucocito que tiene la Specialized Enduro cogiendo telarañas. Ya luego, a esas horas por las que cierto amigo de Totana dice que «sólo se pueden encontrar por las calles a panaderos y p****» algunos acabamos por el monopolio Gothica para rematar la noche.
A ver si pronto repetimos con esto de que viene la nochevieja y tal, me lo pasé genial.