Hace poco me acordé con motivo de una juerga nocturna de algo que me dijo un tío mío por el Valle de Malvariche en Sierra Espuña: «aunque todo parece tan calmado, aquí cada día se lucha entre la vida y la muerte». Obviamente se refería a la caza entre conejos, gatos monteses, rapaces, ratones y demás. Pero en la juerga que trato pude observar sin amaños ni grabaciones previas tres situaciones curiosas: conquista al vuelo, rechazo y cuernos. Fueron sobre todo anecdóticas porque se sucedieron en cuestión de un rato.
La conquista al vuelo fue algo más o menos inesperada. En lo que llevábamos de noche no se apreciaron indicios que pudieran infundar sospechas sobre lo que iba a ocurrir. Sin embargo de repente en el lugar de copas al que fuimos se engancharon. Casi no había dado tiempo a que pidiéramos ni quitarnos las pellizas. Ahí, a morro partío y en unos minutos desaparecieron buscando más intimidad donde devorarse mutuamente.
El rechazo era quizás más predecible que lo anterior, aunque me causó una doble tristeza por ambas partes. Como viene siendo habitual fue la parte masculina la que se lanzó ante unos yo creo que inexistentes avisos favorables de la presa femenina, pero él le puso todo su empeño. Un par de buenos ratos de malsonante follaorejas dieron comienzo a su estrategia para que luego a sólo un par de metros de donde había sucedido lo anterior empezara la táctica del todo o nada. Chica arrinconada contra la pared y el chaval intentando lograr su objetivo tratando de bailar lo que estaba sonando entre acercamientos más intensos que los de una mera conversación. La cogió por aquí y por allá pero ello no evitó las hasta tres veces que ella le hizo la cobra. Ahí la lástima que me estaba dando la chica porque sus amigas no hacían nada pasó a ser compartida con el zagal y su empeño en dejar el honor por los suelos a costa de ligar. Hasta que en un ápice de vergüenza de él, la chica salió del rincón y se despidió de sus mal llamadas amigas en cero coma, saliendo escopeteada para casa. El conquistador rechazado se volvió hacia nosotros sin decir ni pío.
Los cuernos fueron sin duda lo más impredecible por razones evidentes. Al menos por eso de que cuando no se conoce a alguien pero se sabe que tiene pareja se tiende a pensar bien de primeras. El dúo de este acto sí que se conocía. De él no tengo ni idea aunque no creo que tuviera patrona puesto que iban amigos y sobre todo las novias de algunos de estos, que ya se sabe lo malas que pueden ser las mujeres. Pero ella sin embargo sí que tenía, y supongo que seguirá teniendo, novio. Jiji, jaja, por las escasas conversaciones durante la noche nadie habría sospechado. Sin embargo justo después del intento fallido del caso anterior estos dos se pusieron a bailar en el mismo sitio, aunque en actitudes bien distintas de los de antes. Aquí hasta casi era ella más bailonga que él y lo que al principio parecía sólo cuestión de danza pasó a magreo y besuqueo en serio. No tardaron tampoco nada en salir cortando a poder desfogarse y acabar de llenar la pobre muchacha lo que la distancia con su pareja no puede henchir. Por cierto que esta era amiga de la rehusante de antes.