Dícese del efecto con el que algunas personas aparecen de manera rápida, con bastantes cosas en común, buen entendimiento y ganas de conocer. Suelen ofrecer un futuro no escrito, porque piensan en el presente y dominan de sobremanera la palabrería para quedar bien ante la incertidumbre de cualquier posible plan que se les plantee. Pero son igual de fugaces.
Es un concepto cuya denominación me dio a conocer hace unos meses alguien que ha sufrido bastante sus consecuencias. Lo practican personas cual botella de champán recién abierta, con una simpatía y una aparente cercanía que crece como la espuma, pero que poco tardan en bajar sus burbujas. Además, este desvanecimiento de espuma suele ser a lo cuesta abajo y sin frenos, sin mucho que poder hacer excepto intentar salvar lo que quede los muebles.
Se llame así o como se quiera, la sensación es bien conocida por todos y sólo tiene dos prevenciones: ser antisocial o más fugaz que las personas que lo practican, en plan cuando tú vas, yo vengo; porque como otra persona me dijo «cada cual está en su derecho, pero crear vínculos en tan corto espacio de tiempo y luego desvanecerse es de ser poco sensible».