El efecto botella de champán

Dícese del efecto con el que algunas personas aparecen de manera rápida, con bastantes cosas en común, buen entendimiento y ganas de conocer. Suelen ofrecer un futuro no escrito, porque piensan en el presente y dominan de sobremanera la palabrería para quedar bien ante la incertidumbre de cualquier posible plan que se les plantee. Pero son igual de fugaces.

Es un concepto cuya denominación me dio a conocer hace unos meses alguien que ha sufrido bastante sus consecuencias. Lo practican personas cual botella de champán recién abierta, con una simpatía y una aparente cercanía que crece como la espuma, pero que poco tardan en bajar sus burbujas. Además, este desvanecimiento de espuma suele ser a lo cuesta abajo y sin frenos, sin mucho que poder hacer excepto intentar salvar lo que quede los muebles.

Se llame así o como se quiera, la sensación es bien conocida por todos y sólo tiene dos prevenciones: ser antisocial o más fugaz que las personas que lo practican, en plan cuando tú vas, yo vengo; porque como otra persona me dijo «cada cual está en su derecho, pero crear vínculos en tan corto espacio de tiempo y luego desvanecerse es de ser poco sensible».

 

Los roles en Tinder

Hace unos meses conté sucintamente de lo que va Tinder desde mi punto de vista. Pero en este tiempo he podido recopilar lo que, a mi modo de ver, son los principales roles tinderianos; lo que aburre, deambula o merodea por esta red social. Yo por mis orientaciones los voy a comentar referido a mujeres, pero según me han contado desde el sexo contrario es algo perfectamente extrapolable a hombres.

Vayan por delante un par de puntos que suelen cumplir la gran mayoría:

  • Negar por siempre haber estado en Tinder.
  • Buscar a alguien especial.

La muda. No se sabe si colecciona o la coincidencia con ella ha sido por error suyo. Jamás dirá una palabra, pasen semanas o meses. Hay una leyenda acerca de que una vez un tipo consiguió sacarle una palabra a una de estas características meses después del match.

La que no sabe borrar. Suele creer que desinstalar la aplicación del móvil es lo mismo que borrar la cuenta. Se han dado casos incluso de chicas con pareja que siguen teniendo cuenta y que se las encuentran los amigos de él, aunque ella supuestamente ya no la utilice… o la tenga poniendo cepos por si un casual…

La ennoviada. Es un caso muy poco habitual pero bastante curioso. Indica bien claro que tiene novio y que sólo busca hacer amistad, aunque las fotos […] (continuar leyendo)

Buscando a David

Las experiencias de compartir piso son fuente inagotable de situaciones anecdóticas en su mayoría. Fe de ello puede dar un servidor, pero mejor aún un amigo que de vez en cuando rememora en alto los mejores momentos vividos en el último piso que compartió, entre otras personas, con una chica de lo más peculiar y cuyas historias protagonizan las siguientes minihistorias.

Con frecuencia, los compañeros de piso le adivinaban lo que había comido. Se cruzaban por el piso y le preguntaban que si había comido macarrones, por ejemplo. A lo que ella, cada vez, se mostraba bastante sorprendida de cómo eran capaz de acertarlo. Y es que si ella había comido macarrones y le habían sobrado algunos, metía el plato tal cual, de manera que si no se los encontraban los compañeros lo hacía el fontanero en una de sus múltiples visitas. Por lo visto ella no captaba lo que le querían decir.

De entre sus cualidades más nobles destacaba su hospitalidad. Una noche de fiesta, ya en la conocida popularmente como hora de la presa débil, […] (continuar leyendo)

Liderar y contagiar

Hay personas que tienen el don –al menos para mí– de transmitir confianza y liderazgo con sus movimientos. La manera en que levantan el brazo, lo flexionan, la suavidad con la que rotan la muñeca, siempre la postura correcta de los dedos y la combinación con la que ejecutan todos estos movimientos. Hacen que la forma en que me invitan a pasar a una reunión, en que me transmiten su confianza con un problema, en que piensan en voz alta o incluso en que me reprochan algo quede con respeto, intención constructiva y diría que hasta bello para la vista.

A simple vista puede parecer que son personas que sólo se mueven con lentitud, pero esto permite a la vez que sus gestos sean vistos con mayor detenimiento, que haya más tiempo para apreciarlos, que parezca que siempre controlan cualquier posible nervio. Incluso es algo que gusta en el profundo aspecto de la palabra y que me resulta muy curioso, porque creo que una pizca más de lentitud en sus movimientos podría ser visto como algún retraso psicomotriz.

Cada vez estoy más convencido de que es algo con lo que se nace, aunque no sé si acaso tiene una manera más concisa y concreta con la que referirme. Personas presentes en casi cualquier aspecto y responsabilidad, como con un don para saber liderar y contagiarlo, pero al que no siempre le dan oportunidad de ser usado.

La yesca de Tinder

Si bien la yesca ha de estar bien seca para que arda fácilmente, en Tinder abunda otro estado de la materia que prende cual queroseno. Cuando creía haber visto de todo por Internet, entre la carnicería de Badoo con sus tribus o el postureo de Adoptauntio, aparece Tinder para demostrar que todo siempre se puede simplificar más y también enfriar, a pesar de utilizar una llama por logotipo.

La primera impresión nada más registrarme es que es una red social —por ser fino— repleta de caras bonitas ansiosas por conocer gente y orientada para personas que se rigen por la ley del mínimo esfuerzo. Unas fotos, que por defecto cogerá de Facebook; una descripción, que al principio creerás que alguien se molestará en leer; y otros detalles como la edad, empleo y formación. Obligatorio será una edad. Además, también tendrá en cuenta los contactos comunes de Facebook y la afinidad compartida por páginas marcadas como «me gusta». Y a deslizar perfiles a izquierda o derecha. Pensarás que qué sencillo ha sido todo y estarás en lo cierto, salvo por si quieres tener muchas coincidencias o matches.

Pero como patitos feos que somos […] (continuar leyendo)

Bandadas de Twitter

A veces lo llamo el pajarito azul y otras el pajarraco azul. Según los motivos que me dé. Prefiero ser neutral y dejarlo en pájaro o sencillamente en el nombre comercial del que dicho pájaro es logotipo: Twitter.

Me hice una cuenta a finales de 2008, motivado por una promoción del registrador de dominios NameCheap. A pesar de que a comienzos de ese año le estuve dando vueltas pero no acaba de encontrarlo útil —nunca he sido un visionario—, en estos más de tres años he acabado por encontrarle provecho. Sobre todo a raíz de venirme a Madrid. Ciudad de la que a través de Twitter he recibido buenos consejos, ideas, alguna amistad y hasta gente interesada o maleducada. Porque en Twitter, como en todos sitios, en Badoo, y en lo que fue el messenger «hay gente pa tó» —sea de quién sea la expresión.

El fuerte crecimiento de Twitter vino gracias al uso por parte de los famosos. Una vía sencilla y directa de comunicación con su público. Normalmente sólo en vía descendente, de famoso a fan. Unas veces tan bien usada para hacer publicidad y otras tan desafortunada para meter la pata, o bien hacer una campaña publicitaria sin importar el honor ni el qué dirán mientras se hable de ello. […] (continuar leyendo)

Adivinanza real

Había una vez un supuesto excelente deportista que estaba ennoviado desde hacía muchos años con una chica no menos excelente. Lo que en el argot del hablar claro se describe como «un pivonazo». Cualquiera podía calificar la relación como la de la típica pareja de la típica película de Hollywood. Hasta que como en la carrera de todo hipotético deportista de alto nivel, empezó a ampliar horizontes.

Entre esos horizontes figuraron varias olimpiadas en las que participó. Unas más sonadas que todas las demás porque fue en las que conoció a otra mujer, o mejor dicho, ella lo conoció a él, pues se trataba de una personalidad pública. […] (continuar leyendo)