Y ayer ya comenzaron las tan ansiadas fiestas, Carthagineses y Romanos, en las que unos conmemoran la importancia que tuvo Cartago tiempo atrás y actos de la Segunda Guerra Púnica —para que luego digan los moros que esto era de ellos, como si no hubiera habido nadie antes cuando ellos eran hasta hace poco unos cuantos pastores de cabras y ovejas—, mientras otros se dedican a hacer de estas fiestas el mayor encuentro en toda la Comarca de fauna por metro cuadrado. Por supuesto también hay gente normal, todo sea dicho.
Ayer hubo ya mucha gente que salió de fiesta, aunque lo bueno está aún por venir hoy, cuando el Richal salga a recoger a la Yeni con sus cordones de oro y Cristos escala 1:1 colgados al cuello, celebrando que mañana no trabaja y que esta noche lo ha de dar todo de si con sus compadres. Que si se cruza alguien por su camino pues se arrambla, que si es pisado por alguien suerte deberá tener quien lo haya pisado por si pudiera conseguir que su vida le sea perdonada a modo de indulto extraordinario. Es muy curioso lo de esta gente, que cada año se ven aparecer por el campamento fiestero en plan manada desafiando a todo lo que se le pone por delante, porque según para que cosas de nada valen esos cristos y medallones gigantes, ellos la palabra de Dios la cumplen a su manera a pesar de que haya hasta el que parece casi un obispo con esos anillos. Luego pasa lo de siempre, que vienen amistades de fuera y se quedan asombradas por dos cosas: el logro de la decoración del campamento y la fauna, que ésta última ya casi forma parte de la propia decoración, podrían representar a los mas incivilizados de aquella época y se quedarían largos.
No obstante no hay sólo que arremeter contra la fauna, también están las borrachinas. Estos grupos de chicas de entre 14 y 16 años que salen con la mínima ropa posible y que presumiblemente debido al frío que padecen pues se inclinan las botellas, con la mala suerte de que se le juntan las cuatro gotas de alcohol con la tontería de la edad del pavo y acaban haciendo de algún portal su lugar donde acabar la fiesta hasta que sus padres les den un par de tortas, no sin antes llenarlo de esos jugos gástricos tan desagradables de ver.
Por todo esto es por lo que parece que el campamento, además de dividirse en tropas y legiones, de carthagineses y romanos respectivamente, se divide además en ambientes muy dispares. Desde donde sólo hay gente en edad de ser padres y/o abuelos amenizados en ocasiones por sevillanas, hasta donde más del 75% es fauna tocando las palmas con gran fervor y llenando el ambiente de ordinarieces alrededor de dos chicas menores de edad que bailan demasiado pegadas sin motivo alguno mientras suena reggeatón o incluso gitaneo, pasando por donde la música es pop-rock o house —gracias a Dios que existen estos puntos intermedios—.
Y después de todo esto, si eres de fuera y dudas de venir a las fiestas no te lo pienses, seguro que tienes donde encajar. ¡Unas fiestas abiertas!. Pero que a pesar de lo dicho, están llenas de gente vestida de la época con actos y desfiles a diario, que en Cartagena se nota que gusta mucho desfilar y no he entrado en temas de Semana Santa.
Jajaja, muy buena la crónica de la fiesta, que de todas maneras, está muy bien a pesar de la fauna que se reúne esos días