Esta última Navidad no podía faltar un paseo por Sierra Espuña con mi tío. No teníamos claro el recorrido, dudando al calor de la lumbre de la chimenea entre si repetir sitios que conocemos y nos gustan (como Malvariche o el Barranco de la Hoz) o explorar nuevos lugares para nosotros. Fuera a donde fuera me servía cualquier lugar de la sierra, porque para mí Sierra Espuña es como canta Malvariche en Malagueña acerca de Aledo:
Que no las tiene Madrid,
tres cosas tiene mi Aledo,
que no las tiene Madrid,
sus fiestas, su buena gente,
y ver el carro venir,
bajando por la pendiente.
Mi tío llevaba años oyendo hablar de la senda del caracol, incluso le parecía haberla visto desde las paredes de Leyva, pero no le sonaba haber pasado por ella. Echamos un vistazo por YouTube a algunos vídeos para intentar averiguar desde dónde cogerla y allá que nos fuimos, al día siguiente, hasta La Perdiz para salir desde allí. Fue curioso que alrededor de la sierra estaba el tiempo nublado, pero allí hacía un buen sol (en las fotos se verá por qué).
Nosotros elegimos hacer el recorrido en sentido antihorario, aunque hay muchas descripciones del recorrido en sentido inverso al nuestro. Escogimos ese sentido porque la subida por el cortafuegos hasta llegar a los Dientes de la Vieja nos pareció demasiado cuesta arriba para empezar de buena mañana. A diferencia de en la mayoría de salidas, que tanto nos tiran las trepadas y monte a través. Considero que depende de cada cual, la hora, la época del año, etc.
Desde el aparcamiento del área recreativa de La Perdiz cogimos la senda del Dinosaurio, cuyo comienzo además está presidido por un cartel que explica brevemente la senda y aporta algunas fotografías. La senda no tiene ninguna dificultad y nos pareció incluso didáctica, ya que al pasar junto a una mina de agua abandonada hay otro cartel representando el funcionamiento de estas infraestructuras, gracias a las cuales lugares como el sanatorio de tuberculosos o poblaciones alrededor de la sierra tuvieron agua durante años.
Más adelante cruzamos una pasarela que ahorra unos segundos en atravesar el barranco de Leyva. Actualmente se encuentra en buen estado, aunque una de las sujeciones de los tablones parece que se ha vencido y está algo inclinada. Aunque en principio no debiera entrañar peligro si se cruza sujetándose a los laterales, además de contar con unas redes.
Siguiendo la senda del dinosaurio en breve empezamos a ver las paredes de Leyva y fuimos a parar al camino forestal que atraviesa el valle con dicho nombre, paralelo al barranco, hasta el Collado Blanco. El track que he puesto en Wikiloc no sigue el camino fielmente porque la mayoría del recorrido lo hicimos por la propia rambla del barranco de Leyva —con sombras— y atajando para evitar algunos rodeos.
Las paredes de Leyva nos fueron acompañando durante toda la subida, en la que no fue raro escuchar las voces de algunos escaladores en cuanto nos parábamos ―ojo con criticarlos, porque desde las paredes se llega a escuchar lo que se habla desde el camino—. Para la gente que visita la sierra en todas las épocas del año suele ser un tanto curioso el color de las paredes, ya que por ser invierno las pillamos un tanto tirando a blancas, pero hay otras épocas en que parecen tener un tono más anaranjado.
Por aquí también pasamos junto al refugio de Leyva, cerrado desde hace años debido al salvajismo de gente que en sus tiempos de refugio de verdad ―siempre abierto— incluso arrancó las ventanas para hacer fuego. Gracias a ellos ahora sólo está accesible bajo previa autorización. A pesar del cierre, su exterior es un buen lugar para sentarse un momento, echar un trago de agua y picotear algo ligero, como frutos secos. Esto como siempre va en gustos, pero por lo general es importante evitar hincharse de agua y comida.
Continuando el camino forestal llegamos al Collado Blanco, desde donde pudimos contemplar las vistas de Prado Mayor, Peña Rubia, un pino bastante característico de Sierra Espuña cuya ubicación la gente no suele desvelar en las fotos y Fuente Blanca. Esta fuente queda a un rato andando, especialmente la subida de vuelta a Collado Blanco, pero está bien saber de su existencia por si hiciera falta. Fijándonos mejor y según el día se puede ver también la Sierra de La Sagra.
En el Collado Blanco tuvimos que prestar especial atención a los hitos que había hacia el Sureste y que nos condujeron a la deseada senda del Caracol, que empezó rodeando Los Carrascales y la Morra del Majal del Puerco. Es fácil acabar haciendo monte a través por no haber encontrado la senda, ya que al principio el collado sólo tiene rocas y piedras sin ninguna senda.
Continuando los hitos dimos con la senda de marras, que va hacia el Morrón de Alhama (o Chico) pasando por el Collado del Piojo. Tiene algo de desnivel, pero a mi juicio resultó una senda bastante amena, aunque ya requiere prestar más atención que la del Dinosaurio, porque transcurre bordeando laderas.
Conforme nos fuimos acercando al Morrón Chico empezamos a ver alguna manada de arruí del Atlas y sobre todo un mar de nubes alrededor de la sierra, relacionado sin lugar a dudas con los nublos que se veían fuera de ella, aunque he de reconocer que no hay foto que pudiera representar lo bello de la panorámica. También como viene siendo habitual desde el Morrón de Chico, hay unas vistas bastante buenas al Morrón de Totana con los radares del EVA-13 e incluso a Sierra Nevada si el día acompañada, que nos invitaron a hacer el avituallamiento principal mientras las contemplábamos.
Además de una grata sorpresa que nos llevamos con un belén instalado en la caseta que hay junto al vértice geodésico. Esa misma noche me enteré de que lo colocan cada año un grupo de excursionistas de Alhama.
Después del receso proseguimos la marcha desandando hasta el Collado del Piojo, donde tomamos la senda que iba hacia el Norte. A partir de aquí empezamos a rodear la cara Norte del Morrón Chico, de nuevo acompañados por unas buenas vistas a las paredes de Leyva.
Según la época del año hay que prestar especial cuidado a la presencia de escarcha en el terreno y las rocas, que en nuestro caso por tratarse de diciembre y cara Norte nos encontramos. A diferencia de la nieve no se ve a simple vista hasta que llegan los resbalones.
Un tramo quizás de los más curiosos de este recorrido es el de las quebradas o Escalerillas, con la presencia de unos escalones que nos justificaron la presencia de la mano del hombre en la senda del Caracol, por si teníamos dudas. Según parece esta senda fue construida en tiempos de la repoblación de Sierra Espuña dirigida por Ricardo Codorniú a finales del siglo XIX.
Otro punto en el que estuvimos que estar atentos fue en el que la senda se divide en una que empieza a bajar hacia los Dientes de la Vieja y La Perdiz por el cortafuegos y otra que continúa bordeando el Morrón Chico hacia la Fuente del Piojo. En nuestro caso tomamos la que baja hacia La Perdiz, que empieza haciendo zigzag y que luego sigue por el cortafuegos de vuelta a la senda del Dinosaurio y de ella al área recreativa (echando para el Suroeste).
Al final nos salió una ruta de 15 kilómetros en cinco horas y teniendo en cuenta los descansos. Con unas buenas vistas y distintos terrenos, adecuada para hacerla en cualquier época del año, ya que según el sentido del itinerario la máxima pendiente la tendremos al comienzo o al regreso.
Posteriormente me he dado cuenta de que la CHS explica el itinerario.