Hace nada, ayer mismo, pude ver un detallazo de lo que es SOLIDARIDAD. Con mayúsculas y en negrita, sí. Una solidaridad igual de humilde que de natural y de sincera, totalmente diferente a la de alguno que niega la existencia de hambre donde la hay, la bastante peculiar de nuestras supuestas cabezas pensantes o la de salvapatrias de pacotilla que aparecen si hay alguien dando testimonio gráfico.
En la Residencia María Inmaculada de Valencia, de las Religiosas de María Inmaculada, ha habido una representación de teatro con posterior entrega de juguetes a niños de la mano de SSMM los Magos de Oriente. Hasta ahí suena a algo normal. Pero cuando he visto gente de todos los colores, incluso creencias religiosas, como moras con su pañuelo a la cabeza por ejemplo y sus niños, y los regalos han sido donados por ciudadanos de a pie, el acto gana belleza.
Me he acordado bastante, todo sea dicho, de todas aquellas personas críticas a más no poder con la Iglesia y los/las religiosos/as que dedican cada día al servicio de los demás sin pedir nada a cambio. Pero lo más llamativo ha sido el hecho de que para hacer sonreír a los niños no hacen falta riquezas, sólo voluntad.
Reflexión al aire en este mundo egoísta.