El tío del mulo

Este verano he visto bastante debate en algunos círculos acerca de lo idóneo o inapropiado de regular la presencia de perros en las playas. Pero hubo tiempos y no tan lejanos en los que un chucho era el animal más normal que podíamos encontrarnos. Tintoreras como la de este verano en Bolnuevo al margen, antes había quien se metía montado en su mulo.

Corrían los noventa en un soleado día por las playas de La Marina. Con una buena cantidad de bañistas, todo parecía marchar con normalidad, hasta que a lo lejos hubo quien empezó a divisar cómo un hombre se acercaba montado en su mulo. A lo mejor estaba dándose un paseo, debieron de pensar. Pero en realidad el perla quería más que eso.

Se fue acercando a la orilla a lomos del mulo. Tanteó el agua con unos paseillos remojando las pezuñas de su equino. Algunos bañistas empezaron a temerse lo peor entre risas y algo de mosqueo, y no fallaron. Por lo visto debía de tener calor el animal —el mulo también—, que el jinete de dudoso saber hacer se puso flamenco, bien erguido, y empezó a meterse más adentro, poco a poco, hasta que el mulo iba nadando entre los bañistas.

La gente empezó a abuchearlo con gritos de ¡fuera, fuera! Pero con la arrogancia del dueño y el agravante de que el mulo tuvo tiempo de hacer sus aguas mayores, el público de la función fortuita pasó del ¡fuera, fuera! a frases peor sonantes y que tuvieron que hacer pensárselo dos veces al elemento.

Ante tal semejante faena y en vistas de que el hombre llevaba las de quedar peor que Cagancho en Almagro, se salió y se perdió de la vista de los bañistas lo más rápido que pudo.

Liderar y contagiar

Hay personas que tienen el don –al menos para mí– de transmitir confianza y liderazgo con sus movimientos. La manera en que levantan el brazo, lo flexionan, la suavidad con la que rotan la muñeca, siempre la postura correcta de los dedos y la combinación con la que ejecutan todos estos movimientos. Hacen que la forma en que me invitan a pasar a una reunión, en que me transmiten su confianza con un problema, en que piensan en voz alta o incluso en que me reprochan algo quede con respeto, intención constructiva y diría que hasta bello para la vista.

A simple vista puede parecer que son personas que sólo se mueven con lentitud, pero esto permite a la vez que sus gestos sean vistos con mayor detenimiento, que haya más tiempo para apreciarlos, que parezca que siempre controlan cualquier posible nervio. Incluso es algo que gusta en el profundo aspecto de la palabra y que me resulta muy curioso, porque creo que una pizca más de lentitud en sus movimientos podría ser visto como algún retraso psicomotriz.

Cada vez estoy más convencido de que es algo con lo que se nace, aunque no sé si acaso tiene una manera más concisa y concreta con la que referirme. Personas presentes en casi cualquier aspecto y responsabilidad, como con un don para saber liderar y contagiarlo, pero al que no siempre le dan oportunidad de ser usado.