El Valencia

No era el mejor bar, pero era un buen bar. «Bar Valencia». De los familiares, de clientela habitual, de trato personalizado, de distancias medidas, de servicio rápido y sobre todo de comida como en casa.

Hace casi dos años que mis por aquel entonces nuevos compañeros me invitaron a irme con ellos a la hora de comer. Que iba a comer genial, me decían, y tuvieron más razón que un santo. Me adentraron por las calles del barrio hasta llegar a un bar que hacía picoesquina. Entramos directos al fondo, hacia un pequeño comedor, como si el lugar donde sentarnos estuviera escriturado a nombre y apellidos del ahora amigo de La Senda del Crecimiento. Una estancia presidida por una pizarra que durante tantas semanas anunciaría cuatro primeros platos, cuatro segundos y una variedad de postres adaptada a la época del año. Todos culpables de que al tiempo mi señora madre me dijese «te noto la cara más ancha».

Cada día solía tener algún que otro plato propio. Los lunes por ejemplo […] (continuar leyendo)