El profanador de tumbas

En la localidad de La Carolina aún hay quien cuenta la historia de un conocido vecino cuyo nombre mejor no continuar publicitando, pero con una historia que no tiene desperdicio.

En otros tiempos era costumbre enterrar a los difuntos con todas las joyas y alhajas. No faltaban tampoco por aquel entonces los ladronzuelos que se aprovechaban del descuido y qué mejor víctima que quien no puede defenderse. Los muertos. Así que de vez en cuando el protagonista de esta historia le daba vuelta al cementerio de La Carolina, de su localidad, en busca de algún nuevo objetivo. Una, dos, tres noches. Pero como todo lo gratis y fácil nos gusta, el individuo continuó haciendo de las suyas sin darse cuenta de que alguien ya se estaba coscando del asunto.

Efectivamente, hubo quien se sospechó que alguien se dedicaba a profanar las tumbas y robar lo valioso que en ellas se hallara. No tardó en montar alguna guardia a la espera de que el malhechor volviera a hacer de las suyas hasta que descubrió de quien se trataba. El protagonista no es que tuviera fama precisamente de tener una mente brillante, así que llegado el momento decidió que una noche iba a darle su merecido.

Se disfrazó lo mejor que pudo de borrego. Quien haya visto a Bear Grylls en el programa El Último Superviviente puede hacerse a la idea de cómo lo hizo. Una vez enfundado el disfraz, se acostó por el suelo del campo santo como un animal muerto y esperó a que llegara el sinvergüenza en su ronda. Al ser visto el supuesto borrego por el ladrón, que arramblaba con todo lo que pillara, éste no se preocupó mucho cómo habría llegado el animal allí y se lo echó como mejor pudo a la espalda entre regañadientes por el peso.

Y en estas que iba el ladrón con el presunto borrego a cuestas, venga a gruñir y quejarse del peso, cuando de repente el que iba disfrazado le pegó su boca a la oreja y le dijo «¿Qué fulano? ¿Eran como estos los dientes que tenía tu padre?».

Como todas las historias populares, a saber lo que habrá variado de la realidad a lo que se ha ido contando. Ya contaré otra más de cementerios.

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