Ser madre y maruja va implícito en la propia naturaleza. Mero instinto. No conozco a una sola que se preocupe de sus pequeños —porque para ella siempre lo serán aun con cincuenta primaveras— que no sea cotilla. Ya sea dándose golpe de pecho con el abanico en el Sálvame edición de la carnicería o disimulándolo mejor que cualquier Mata Hari. Y como todo en esta vida es cuestión de renovarse o morir, ellas también se actualizan. Vayan un paso o tres generaciones de telefonía móvil por detrás, siempre se las saben ingeniar para encontrarte.
En las redes sociales. De peor o de mejor reputación. No importa cuál. La mia mamma aparecerá por ellas de manera directa o indirecta:
- Con su identidad real. Excusándose por supuesto en que no sabe cómo ha ido a parar a ese lugar.
- Con una tía, ya sea de sangre o política —cuñada, ojo—, con la que intercambiará información en ambos sentidos e intereses, obviamente.
- Un alias anónimo de dudosa creatividad con el humor que las caracteriza.
- La jugada maestra de todas. Utilizar a algún familiar algo bocazas, que informará a su madre de lo que ve sobre ti y esta, como ya sabemos, a la tuya. Siendo perfectamente combinable en el espacio-tiempo con la segunda táctica de su estrategia de enterarse lo que hacen los chiquillos.
Y todo desde su postura pública de que eso de las redes sociales son un invento de la gente para cotillear, sin intimidad, sin poder controlar bien la información,..
En la familia. Agrupación de madres. No importa la edad de las mismas. De cualquier reunión de más de dos madres pueden salir los expedientes más terroríficos de homicidios de toda la INTERPOL. Sin que falten la característica exageración, cara de susto y expresiones de asombro más típicas. Tanta recopilación de macabros sucesos atenuados por algún pasaje de novela negra que se cuele por en medio, para llegar a la conclusión de que en el mundo hay mucha gente mala y que las cosas ya no son cómo antes.
Y todo sin que falten los correspondientes intercambios de información anteriormente mencionados. Canjes que pueden tener origen en que la abuela puso la antena mientras algunos familiares conversaban sobre que te vieron la otra tarde a las cuatro, y la versión que llegue sea que te vieron de noche, a las cuatro de la mañana, con un cubalibre en la mano y una pelandusca en la otra. Ya sabéis, ruidos aleatorios de las comunicaciones… Una combinación de gran peligro.
En el blog. Sin importar la temática. Te conocen como nadie y en esto ya estás perdido. Te han criado mientras intentabas engañarlas con que ibas a casa de un amigo en el edificio de enfrente cuando realmente era a la de otro tres calles más atrás. Por ello, a pesar de su aparente torpeza y constantes peleas con el ratón del ordenador, sabrán leer entre líneas o incluso artículos de distintos meses y/o años, conectando palabras sueltas mediante complejos algoritmos que sólo a ellas se les pueden ocurrir y determinando algo que sus retoños vayan a hacer en un futuro. Algo así como un histórico de datos meteorológicos —algunos sabéis el porqué de esta comparación.
Y todo soslayando el hecho de que cuando menos te lo esperes, en cualquier instante, puede lanzarte alguna pregunta indirecta con la que con tan solo verte la cara que pones ya no te haga falta ni responder. Sin ningún derecho útil, aunque sí posible por mero gusto de ellas de enrabietar, a defensa. Eso sí que son juicios rápidos.
En el guasap. ¿Dije que estabas perdido con el blog? Pues con esto lo siguiente. Porque ellas no llegarán nunca a saber cómo se llama realmente la aplicación del móvil. Sin embargo, el cómo encontrarla por el móvil y ver tu última conexión lo harán mejor que cualquier exnovia celosa. No importará que le intentes razonar que a veces ahí dice que te has conectado cuando no ha sido así, que es que es mensajería asíncrona y los mensajes no llegan en tiempo real, que escribir en el teclado de un móvil no es tan fácil como en el de un ordenador. Ellas admitirán como prueba irrefutable el hecho de que a uno de sus mensajes escritos en lenguaje indio y faltando letras les tengas que contestar con una buena redacción sin una sola falta, o significará que andabas en malas compañías, a malas horas, bajo efectos de sustancias psicotrópicas, a cinco mil kilómetros de casa sin avisar, etc.
Y esto obviando el que te pillen «en línea» justo cuando estaban mirando a ver cuándo presuntamente te conectaste, porque como no les contestes de inmediato y sea de noche… pueden aparecer los GEO como ultimátum antes de que asista el Grupo Especial de Operaciones Marujeras.
Ya lo recordaba la canción de Malvariche Anduve en la vagancia: «amor como el de madre sólo hay uno». Cuidadlas, sean como sean.