Es posible que usted o algún allegado suyo nos conozca. Acababa de salir de misa e iba prometiéndome —a patita— ser bueno al menos por una hora. Pero al volver a ver casi terminada la siguiente fase de obras en la calle de Juan Fernández se me ha a estropeado de nuevo el buen propósito. Otro gasto por gastar.
Para el Excelentísimo de Cartagena y casi cualquier otro semejante de España debemos de ser sus enemigos públicos números uno. Calles que no estaban tan mal no cesan de ser levantadas y volver a ser acondicionadas. Porque para levantar toda una acera por una sola baldosa rota sí sobran los cuartos. Aceras van y aceras vienen, árboles van y árboles vienen. Algunos no llevan plantados ni diez años. A veces con ello se logra que cambien las cuatro farolas con luz cual vela por otras que alumbren más y por menos dinero —esto último es lo que dicen los políticos. Pero la línea actual es dejar unas aceras tres veces más anchas y fastidiar todo lo posible la vida al que se atreva a conducir un vehículo de cuatro o más ruedas.
Donde antes se podía aparcar en batería las autoridades lo van convirtiendo en cordón, a ser posible con la O.R.A (Ordenanza Recaudatoria Abusiva). Donde antes era en cordón ahora nos fastidiamos y aparcamos en aparcamiento de pago o a tomar por donde la espalda pierde su nombre. Y ancha es Cartagena, Castilla y la cuenta corriente […] (continuar leyendo)