Casi cada semana hay como mínimo alguien que me lo suelta cuando le comento algo que hice: «¡anda que avisas!». Porque en esta sociedad de las TIC en la que vivimos no toda la gente tiene por qué tener teléfono móvil, Internet o incluso el teléfono tal y como lo conocemos desde su invención. Y yo lo entiendo y lo respeto con mucha educación.
Sin embargo hay un grupo de gente que a pesar de ser capaces de tirarse enganchados al ordenador día y noche jugando a través de Internet, parece que estuvieran en un mundo aparte e imaginario. Personas que alardean de no tener ninguna adicción a redes sociales u otro invento alguno similar, pero que pueden estar interaccionando con elfos y orcos una noche entera, muchos de ellos manejados por una máquina inclusive. Aunque si se trata de mirar el correo electrónico siempre tienen la excusa típica del «casi no lo miro», o que se apaga solo si se trata del móvil, o mi favorita, si es cosa del MSN de Microsoft: «es que lo uso en invisible».
Así pues llegado a la situación ya descrita, y huyendo esta gente de Facebook, gNewBook, identi.ca, Picotea, Tuenti, Twitter,.. por parecerles herramientas del diablo, sumado a una cuenta de Skype escondida como cual secreto de estado, me dan ganas de mandarlos a tomar por donde la espalda pierde su casto nombre la próxima vez que se quejen porque no los he avisado de algo. O mejor dicho, no se han querido enterar puesto que también tienen Internet, algunos hasta en el móvil, que fue concebido para comunicarse más allá de jugar, leer artículos conspiratorios y descargar. Porque a mi sí que no me da la gana de instalarme un juego de elfos en busca de la princesa Tocomocho con la única finalidad, por mi parte, de mediante su chat poder contactar con ellos.