Buscando a David

Las experiencias de compartir piso son fuente inagotable de situaciones anecdóticas en su mayoría. Fe de ello puede dar un servidor, pero mejor aún un amigo que de vez en cuando rememora en alto los mejores momentos vividos en el último piso que compartió, entre otras personas, con una chica de lo más peculiar y cuyas historias protagonizan las siguientes minihistorias.

Con frecuencia, los compañeros de piso le adivinaban lo que había comido. Se cruzaban por el piso y le preguntaban que si había comido macarrones, por ejemplo. A lo que ella, cada vez, se mostraba bastante sorprendida de cómo eran capaz de acertarlo. Y es que si ella había comido macarrones y le habían sobrado algunos, metía el plato tal cual, de manera que si no se los encontraban los compañeros lo hacía el fontanero en una de sus múltiples visitas. Por lo visto ella no captaba lo que le querían decir.

De entre sus cualidades más nobles destacaba su hospitalidad. Una noche de fiesta, ya en la conocida popularmente como hora de la presa débil, […] (continuar leyendo)

El niño grillado

Quizás ahora con tantos inventos electrónicos, los niños y no tan niños andan más entretenidos por casa. Inclusive cuando los padres los necesitan. Pero hubo un tiempo, más bien de siempre, en el que cuando la madre estaba guisando en la cocina los chiquitajos se empañaban, nos empeñábamos, en trastear todo lo que estaba al alcance. ¡Menudos salseros éramos!

Lo que hiciéramos con lo que encontráramos era asunto nuestro hasta que nos hiciéramos daño y entonces nos acordásemos de que teníamos madre. Tirarlo por el suelo, esconderlo, hacerle trastadas a los demás e incluso a nosotros mismos. Y raíz de estos juegos un día una madre se extrañó por ver que uno de sus hijos se tocaba mucho una oreja. Tenía algo dentro que le molestaba y que no conseguía sacarse. Al mirar ella, se encontró con que ese algo era del color de la piel pero empezaba a verdear.

La madre, en parte inocente y en la restante asustada, fue al médico con el hijo a ver qué le podía estar ocurriendo a su chiquillo. Pero lo que empezó como susto terminó en anécdota, pues lo que el niño tenía en el oído era un garbanzo que con el paso de los días y a base de baños había empezado a grillarse. Así pues, una ventaja que tienen las plei esteision de hoy día.

OjO con los topónimos

Esta minihistoria es humorística. Pero para la protagonista fue tan real como bochornosa. Ideal para este periodo de vacaciones.

Corrían otros tiempos. Cuando las fotos en blanco y negro aún no se pasaba en tren de un país a otro con la facilidad y rapidez de estos días. Y en uno de estos cambios de trenes, no recuerdo bien si aún por España en Portbou o ya en Francia, hubo una española que iba a Génova (Genova en italiano) que amaneció en Ginebra (Genève en francés). Se confundió con los nombres de las ciudades en los carteles de los vagones.

Y ojo, porque a pesar de las modernidades de ahora, tampoco los ferroviarios están libres de equivocarse, como los franceses que enviaron el Pau Casals con destino Zúrich a Milán y el Salvador Dalí con destino Milán a Zúrich [elpais.com].