La educación no coge vacaciones. Y si las coge, mal hecho. Porque la libertad de tus pinreles empieza donde acaba la de mi cabeza, debió de pensar Isa al encontrarse en un tren esta escena que ha divulgado para dar fe de la educación de la gente:
Como usuario del ferrocarril a lo largo de todo el año, atestiguo la denuncia de la carencia total del respeto que manifiestan algunos viajeros. Un déficit que se agrava de manera considerable cuando llega la época estival. Para muchos el subirse al tren con destino a la playa es como encontrase ya en la arena. Pies por lo alto a veces incluso sucios, conversaciones con el móvil a grito pelao, en bañador marcando la tienda de campaña montada y enfundados en la cuerpo-elástica con la correspondiente pelambrera sobaquera al aire.
La vida es más agradable estando cómodos. Pero si cada uno seguimos haciendo lo que nos dé la real gana y yendo únicamente a nuestra bola, según la ley del mínimo esfuerzo, ignorando las normas obvias de convivencia, acabaremos peor que los animales. Aunque algunos ya lo son.
Así que si os vais por ahí este verano, además de tener cuidado con los topónimos en otros idiomas, os aconsejo no dejar la educación en casa. De lo contrario os mereceréis que os toque de compañero de viaje y cuando menos os lo esperéis, alguno que se haya zampado un buen cocido madrileño.