La educación no tiene vacaciones

La educación no coge vacaciones. Y si las coge, mal hecho. Porque la libertad de tus pinreles empieza donde acaba la de mi cabeza, debió de pensar Isa al encontrarse en un tren esta escena que ha divulgado para dar fe de la educación de la gente:

Pinreles AVE, por isita1506

Pinreles AVE. Vía → isita1506.

Como usuario del ferrocarril a lo largo de todo el año, atestiguo la denuncia de la carencia total del respeto que manifiestan algunos viajeros. Un déficit que se agrava de manera considerable cuando llega la época estival. Para muchos el subirse al tren con destino a la playa es como encontrase ya en la arena. Pies por lo alto a veces incluso sucios, conversaciones con el móvil a grito pelao, en bañador marcando la tienda de campaña montada y enfundados en la cuerpo-elástica con la correspondiente pelambrera sobaquera al aire.

La vida es más agradable estando cómodos. Pero si cada uno seguimos haciendo lo que nos dé la real gana y yendo únicamente a nuestra bola, según la ley del mínimo esfuerzo, ignorando las normas obvias de convivencia, acabaremos peor que los animales. Aunque algunos ya lo son.

Así que si os vais por ahí este verano, además de tener cuidado con los topónimos en otros idiomas, os aconsejo no dejar la educación en casa. De lo contrario os mereceréis que os toque de compañero de viaje y cuando menos os lo esperéis, alguno que se haya zampado un buen cocido madrileño.

OjO con los topónimos

Esta minihistoria es humorística. Pero para la protagonista fue tan real como bochornosa. Ideal para este periodo de vacaciones.

Corrían otros tiempos. Cuando las fotos en blanco y negro aún no se pasaba en tren de un país a otro con la facilidad y rapidez de estos días. Y en uno de estos cambios de trenes, no recuerdo bien si aún por España en Portbou o ya en Francia, hubo una española que iba a Génova (Genova en italiano) que amaneció en Ginebra (Genève en francés). Se confundió con los nombres de las ciudades en los carteles de los vagones.

Y ojo, porque a pesar de las modernidades de ahora, tampoco los ferroviarios están libres de equivocarse, como los franceses que enviaron el Pau Casals con destino Zúrich a Milán y el Salvador Dalí con destino Milán a Zúrich [elpais.com].

Para trabajar también hay que arrimarse

Te advierto, estimado lector, que esta reflexión con hechos reales te puede sentar como un tiro en los cataplines. Sobre todo si te das por aludido. Pero que también conste en acta que no comparto el ansia que tienen algunas organizaciones de dudosa finalidad en que se restablezca la esclavitud. Por si hubiera duda alguna.

En el último año he podido ver algunos ejemplos cercanos de lo que es buscarse la vida y de lo que es sentarse a esperar. Soy el primero en entender que si se han invertido muchos años en una formación específica, pues a priori se quiere dar uso a sus conocimientos para ganarse las habichuelas. Y que incluso existe el frustrante y no menos habitual caso de gente que tras dedicar toda una vida a una profesión, se ha visto sin trabajo y a duras penas va a ser contratada para desempeñar otra labor que alguien joven y recién salido del horno también querrá cumplir. Sin embargo a los que yo me refiero no son tan mayores, ni están tan encasillados en una profesión. Hasta puede que no hayan trabajado aún.

He sido testigo de gente que tras acabar sus estudios se ha apalancado en casa de los padres a renegar de que nadie le daba trabajo. […] (continuar leyendo)

El curandero

A cuento de un anuncio de un curandero que ha visto hoy un amigo, o lo que siempre se ha llamado así, a pesar de que el hombre se describa como casi capaz de dar predicciones meteorológicas, me he acordado de la primera vez que recuerdo* que vi a alguien de tal dedicación.

Era una tarde de sábado de hace taitantos años en la que, como otras tantas de fin de semana, había ido al pueblo a ver a mis yayos y a algunos amigos. De siempre me gustó pasearme con la gente, de manera que al decirme mi yaya que iba a un mandao allá que me apunté. Pero el mandao no era sólo con ella. Al poco aparecieron las tres hermanas y allá que me adentré con las palomaras al completo en una zona del pueblo que conocía poco. Me dijeron que íbamos «al curandero». Palabra desconocida hasta entonces por mi.

Íbamos por las calles hasta que […] (continuar leyendo)