Después de los tiempos más duros de la pandemia salimos a hacer una ruta típica y breve por Sierra Espuña, al Morrón Chico, intentando añadir el aliciente de que fuera circular y así fue. Casi 7 km en 2h 17m de tiempo total.
Partimos hacia los Pozos de Murcia desde el aparcamiento de la explanada cercana al Collado Mangueta, donde se puede dejar el vehículo o hasta donde se puede remontar en caso de haber aparcado cerca de La Carrasca. En nuestro caso atajamos por una senda que sale del murete Oeste de la explanada y enlaza con la pista hacia los pozos.
Me despierto cuarenta veces desde la noche anterior y vuelvo a intentar dormirme una y otra vez. No hay manera. Para arriba. Suena el teléfono. Andrés me ha enviado varios mensajes para planear la noche y yo sin saberlo. Barceló mismamente, le digo. Sabe que como sea el Capitán Morgan de la otra noche les rompo la botella en la cabeza. Ganduleo oyendo unos charts para estar animado. Mando tropecientas difusiones por Whatsapp con los típicos mensajes ingeniosos de la época. Ceno. Uvas. Zapatos, correa y guantes a juego. Arreglado pero sin traje. Tiramos para la primera parada de nuestra larga noche. El mítico chino. En Príncipe de Asturias nos convidamos y saludamos a unos a otros. Me siento mayor entre tanta falda alta y escote bajo. El Cuco aparece para hacer unas de sus cucadas, se marcha y aparece un amigo suyo que creía que estaba con nosotros. Pues ya que estás quédate, que te sacaremos punta. Cambiamos a la Cuesta de la Baronesa. De camino unas gitanillas con aspecto acalorado en la puerta de Santa María retan a bailar a un amigo y allá que él obedece. Como aparezcan sus cuarenta primos ya correrás más de vuelta. Muchas más caras conocidas y de edades similares. Menos crías y más señoritas. Saltamos de un lado a otro y acabamos con unos amigos que llevan a alguien que no conozco que empieza a hacerme terapia del amor. Psicólogo para variar, aunque gracioso. En nada están cerrando los locales, de a los que ninguno he entrado aún. Emigramos al Telar. Esta noche sí que lo pillo abierto aunque con cola. La música parece de lugar popero, pero ponen el Hey girl hey boy de los Chemical […] (continuar leyendo)
Me despierto a no sé ni qué hora. Mi reloj digital sustituto desde hace casi un año del de agujas al que sigo sin buscarle correa marca las 1231. El tren a las 1629 en Chamartín. Me sobra tiempo. Para el sablazo de billete en primera —y enfrentado— que he encontrado más me vale no perderlo. Quiero salir por Cartagena. En un parpadeo intento hacer memoria de lo que ha sido la semana. Combinando trabajo con planes cada tarde-noche de despedida navideña no he estado con la almohada más de cinco horas ninguna noche. Noches variadas y diferentes. Cenas modernas y tradicionales, concierto de jazz en El Junco, copas de caballeros en el café del Príncipe, risas con señoras por Malasaña, más cafés por Malasaña, comidas. Necesitaba darme una noche y esa fue ayer —viernes 21.
El reloj muestra ahora las 1245. El tiempo está empezando a volar. Respingo de la cama. Desayunar, ordenar, elegir qué se viene y qué se queda —estos vienen [0]—, limpiar, comer, revisar que no se olvide nada conectado innecesariamente. Las 1556. El tiempo ha volado inexplicablemente. El taxista se lía maniobrando pero consigue dejarme en Chamartín en tiempo récord. Las 1624 mientras me sellan el billete al lado del tren. Date prisa que me cierran las puertas a las 1627. Busco el coche 2. Locomotora, 3, 4, 1 —¡pero esto qué es!— y entonces […] (continuar leyendo)
Hace unos meses dediqué una entrada a las habas ecológicas de Balsicas, pero a Totana también le debo y las otras tardes con unos huevos que trajeron de allí me dije: de aquí no pasa la deuda. Y es que es común que los huevos de cierto tamaño o que se presume que van a tener dos yemas la gente no los venda y los regale, como es el caso de los de estas fotos, que aparecen comparados con los habituales que nos encontramos en las tiendas.
Cuando se refieren al tiempo en las comarcas del Alto y Bajo Guadalentín siempre ocurre que sobre la del Bajo Guadalentín sólo aparecen Alhama de Murcia y Mazarrón. ¿Habrá dicho algo al respecto el máximo responsable de defender a Totana, ese que lleva el bastón de mando como tal, el Excelentísimo Alcalde? Porque resulta que el Municipio de Totana además de tener unos diez mil habitantes más que Alhama, aunque unos cinco mil menos que Mazarrón —según el INE—, es la cabeza de Partido Judicial y capital política de la comarca del Bajo Guadalentín.
Si de cuestión histórica se tratara tendría que aparecer Aledo el primero, pero por lo visto será asunto de kilómetros cuadrados, en los que Alhama tiene veintiocho más que Totana… Aunque es posible que como en tantas otras cosas de las que esta cadena no tiene idea sobre Cartagena, tampoco la tenga sobre Totana. Todo ello sin querer faltarle al cariño que le tengo a mis amigos alhameños. 😀
Ayer teníamos planes de hacer senderismo desde los Pozos de la Nieve hasta el Morrón Chico, aprovechando la nieve que aún quedaría del viernes noche en Sierra Espuña. Sin embargo cuando estábamos a la altura de la casa forestal de Las Alquerías nos encontramos con que la carretera seguía todavía cortada. Ya no había nieve en esa zona, pero es de suponer que sus motivos tendrían los forestales aunque en otras ocasiones no han tenido la carretera que sube hacia arriba tanto tiempo cerrada. Así que tuvimos que improvisar una nueva ruta.
Retrocedimos y continuamos por la carretera por la que habíamos llegado, en dirección a Casas Nuevas y Pliego. Nos acercamos por tanto nuevamente por los dominios de la cara Norte de Sierra Espuña, cerca de donde pasamos el sábado cuando la gran nevada. Se nos ocurrió probar entonces a buscar la manera de ir hasta el Valle de Malvariche desde el lugar más próximo de la cara Norte, antes de llegar a Casas Nuevas, cerca de la llamada Casa del Calderero. Ya teníamos indicios de que se tenía que poder hacer, incluso de que hace años se intentó comunicar ambos lugares por un camino, y aunque al principio tuvimos un intento fallido haciendo monte a través, al segundo intento dimos con la senda correcta. Ésta está señalada con un punto rojo en la orilla de uno de los caminos que sale por enfrente del Risco del Portillo. Es dura, sobre todo estos días que aún quedaba nieve de la nevada del fin de semana, pero de cuando en cuando tiene algún hito que ayuda a orientarse y en cuestión de 30 ó 45 minutos se llega arriba a un collado desde el que ya se observa el Valle de Malvariche. Para sorpresa nuestra en este collado nos encontramos con que también llega un camino que pareció ser el que habíamos cogido abajo al comienzo, que luego exploraríamos.
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