Esta pasada Nochevieja se pareció demasiado a la de 2008. Pocos sitios, los justos, con posibilidad de entrar gratis. Me refiero en Cartagena.
Como viene siendo costumbre hasta que no estuve en los días previos la gente no estaba decidida a qué hacer. Es como una especie de moda en la que hay que pasar de hacer planes hasta que falten un par de días porque eso mola y dice lo importante que eres. Si bien las modas de las macro-fiestas con barra libre de garrafón y cena fría de saladitos y napolitanas revenidas parece que ya han dado un fuerte bajón por esta zona, la de salir de bares ha subido bastante. La de irse a una casa a pasar toda la noche sin embargo ha desaparecido totalmente de los planes de la gente que conozco. No conozco a nadie que se haya ido esta Nochevieja ni la anterior a una casa.
Yo este año repetí plan. Una repetición de las de buena precisión —no confundir con exactitud. Mis amigos y yo tuvimos claro desde hace bastante tiempo que saldríamos de bares y luego que fuera lo que Dios quisiera. Lo de los bares claro está tiene un precio que varía según si haces botelleo completo, si sólo llevas alcohol y al del bar le compras el refresco o si vas a pedir el cubalibre completo al del bar. Así que según el grado de frío que cada uno tuvo pues se pasó la noche de palique en la puerta de los bares o dentro cogiendo olor a zorrera. Hasta ahí bien, lo que todo quisqui que conozco hizo. Lo que cuentan que se ha hecho de toda la vida. Pero a partir de ahí ya la cosa la sociedad se segregó. […] (continuar leyendo)